Los seres humanos estamos programados de forma curiosa: siempre queremos destacar sobre los demás. Durante miles de años nos hemos dado de palos por destacar, ya fuera para conseguir poder, dinero o descendencia (era por no decir “sexo”... ups). Hoy en día esa necesidad late en nuestro interior, durmiendo, esperando el momento de salir. Llevamos vidas más o menos tranquilas, ya no hay que abrirle la cabeza a nadie para conseguir un pedacito de mamut que llevarse a la boca, pero si tenemos la oportunidad de destacar, de sobresalir por encima de la gran masa, no vamos a desaprovecharla. Lo llevamos en los genes.
Está claro que no he descubierto la pólvora ni mucho menos. La soberbia, que así se llama la puñetera, es algo que todos llevamos dentro, nos guste o no, y es algo de lo que cualquiera puede darse cuenta. Pero lo complicado es saber como empaquetarlo y aprovecharlo para vender un producto; y ahí es donde destaca el trabajo de Sony con los “Trofeos”*. Pero ¿qué es un trofeo? Yo lo definiría cómo un pedacito de “aire” muy bien envuelto, capaz de elevar el ego del jugador hasta el techo del piso de arriba. Veamos cómo.
Desde hace unos años, no muchos, todos los juegos de Playstation 3 tienen que venir obligatoriamente con una serie de trofeos incorporados. Cada uno de esos trofeos es un objetivo concreto que cuando se consigue, desbloquea una imagen permitiendo que el jugador y todos sus amigos la vean, demostrando que ha conseguid ese objetivo. Lo normal es que cada juego incorpore entre cuarenta y cincuenta trofeos, la mayoría de bronce, algunos de plata y sólo un par de oro, en función de lo difícil que sea conseguir el objetivo que propone. También existe un único trofeo de Platino que se consigue al desbloquar todos los demás trofeos.
Desde hace unos años, no muchos, todos los juegos de Playstation 3 tienen que venir obligatoriamente con una serie de trofeos incorporados. Cada uno de esos trofeos es un objetivo concreto que cuando se consigue, desbloquea una imagen permitiendo que el jugador y todos sus amigos la vean, demostrando que ha conseguid ese objetivo. Lo normal es que cada juego incorpore entre cuarenta y cincuenta trofeos, la mayoría de bronce, algunos de plata y sólo un par de oro, en función de lo difícil que sea conseguir el objetivo que propone. También existe un único trofeo de Platino que se consigue al desbloquar todos los demás trofeos.
Los trofeos se dividen en tres tipos: los de juego, los de paciencia y los de hacer chorradas. Los de juego son los únicos normales y se desbloquean... jugando (perdón por la redundancia). Generalmente son de bronce y se obtienen uno por fase o nivel completado, más alguno extra de Plata u Oro al llegar al final. Los de paciencia son trofeos sencillos pero que requieren de mucho tiempo, como por ejemplo matar un millón de bichos, consguir miles de millones de monedas de oro, o encontrar los cien objetos coleccionables escondidos a mala leche por el gigantesco escenario. Los de hacer chorradas son los más odiosos, ya que se consiguen más por suerte que por habilidad. A veces salen sin que los busquemos, pero cuando se intentan conseguir “a posta” pueden llevar miles de intentos. En este tipo podríamos encontrar algunos como eliminar a cinco enemigos con cinco armas distintas en menos de de cinco segundos, dar tres vueltas al circuito consiguiendo el mismo tiempo en cada vuelta o saltar sobre diez enemigos consecutivamente sin tocar el suelo.
Al principio, cuando uno descubre esta cosa de los trofeos, no le presta demasiada importancia. Parece una tontería metida con calzador para que los frikis de turno pierdan un par de horas más con cada juego haciendo burradas sin sentido. ¿Quién en su sano juicio perdería horas y horas para eliminar mil millones de monstruos idénticos, sólo para desbloquar una triste imagen que le diga a los demás lo patético que es? Pues cualquiera, porque esto es como una maldita droga.
Es cierto que no afecta a todos por igual, pero en cuanto un jugador empieza a desbloquear trofeos, es casi imposible detenerse o controlarlo. Uno empieza, como con todas las drogas, por probar, sobre todo porque como dicen por ahí, la primera dosis es gratis. Eso quiere decir que algunos trofeos se desbloquean mientras jugamos sin que haya que hacer nada más que disfrutar (los del primer tipo, recordáis). Esos son los que se encargan de meter el bicho malo en el cuerpo. Después de terminar el juego y tener entre un veinte y un cuarenta por cierto del total de trofeos, empiza el pique. Primero se piensa: “seguro que puedo sacar otro par, sólo los fáciles. Total, así exprimo un poco más el juego”. Sí, sí... eso es lo que cualquiera pensaría, pero sólo es el primer paso hacia el abismo.
Después de meterle unas cuantas horas extra al juego, cumpliendo los más disparatados objetivos, y teniendo ya sobre el ochenta por ciento de los trofeos, la ansiedad asola al jugador. “Sólo un poco más y saco el cien por cien, el Platino”, piensa el incauto, que ya no siente pique, sino el mono del yonki. Y ahí está, buscando guías por Internet, metiéndole todavía más horas a un juego que ya está quemadísimo, que resulta incluso aburrido y desesperante. Pero entonces llega lo peor: se consiguen todos los trofeos y se debloquea el Platino. Dicen que lo peor de jugar una vez a las tragaperras no es perder, sino ganar, porque te engancha. Esto es lo mismo, una vez que tienes el primer Platino de un juego, después de todo el “trabajo” empleado para ello, una oleada de endorfinas sitia el cerebro por todos sus frentes hasta conquistarlo, provocando una sensación de placer indescriptible. Llegados a ese punto, el jugador ya está perdido.
A partir de ahí, inevitablmente querrá más y más trofeos, lo que implica comprar más y más juegos para conseguirlos. El placer de jugar y la diversión se desvanecen, dejan de importar, mientras que inevitablemente invertirá más y más horas para conseguir el mayor número de Platinos posible, para presumir delante de sus compañeros de juego. Al menos, esa es la fantasía de los trofeos.
La realidad, que por supuesto cualquier adicto es capaz de ver, es que un trofeo no es absolutamente nada más que un dibujito cutre en un sistema de ocio informático**. No vale para nada, no se puede canjear por nada y no tiene ninguna utilidad más allá del orgullo que puede representar cualquier tipo de trofeo o medalla real, que es meterla en una vitrina para enseñarla a los demás lleno de satisfacción. Lo que pasa es que estas medallas las puede conseguir todo aquel que pague. Son listos los de Sony, ¿eh?
Por supuesto, cualquiera que esté enganchado lo sabe, se da cuenta y le gustaría dejarlo. Pero no es tan fácil. O si no, que se lo pregunten a quienes han intentado dejar de fumar.
A partir de ahí, inevitablmente querrá más y más trofeos, lo que implica comprar más y más juegos para conseguirlos. El placer de jugar y la diversión se desvanecen, dejan de importar, mientras que inevitablemente invertirá más y más horas para conseguir el mayor número de Platinos posible, para presumir delante de sus compañeros de juego. Al menos, esa es la fantasía de los trofeos.
La realidad, que por supuesto cualquier adicto es capaz de ver, es que un trofeo no es absolutamente nada más que un dibujito cutre en un sistema de ocio informático**. No vale para nada, no se puede canjear por nada y no tiene ninguna utilidad más allá del orgullo que puede representar cualquier tipo de trofeo o medalla real, que es meterla en una vitrina para enseñarla a los demás lleno de satisfacción. Lo que pasa es que estas medallas las puede conseguir todo aquel que pague. Son listos los de Sony, ¿eh?
Por supuesto, cualquiera que esté enganchado lo sabe, se da cuenta y le gustaría dejarlo. Pero no es tan fácil. O si no, que se lo pregunten a quienes han intentado dejar de fumar.
Mi trofeeeeeeeo... ¡Gollum! ¡Gollum! |
*Para ser exactos, los trofeos de Sony son una adaptación/copia de los “Logros” que Microsoft usa para su sistema X-box.
**Elegante forma de decir “Consola de videojuegos”. ¿Verdad?
**Elegante forma de decir “Consola de videojuegos”. ¿Verdad?
Buen artículo,compañero. Veo que estás en desintoxicación XDDDD.
ResponderEliminar"El placer de jugar y la diversión se desvanecen, dejan de importar" …Más razón que un santo.